La
enseñanza del derecho, por su rigidez académica rechaza las innovaciones en los
métodos de enseñar, se ha convertido, sin que se considere un atrevimiento el
afirmar, que en la mayoría de los casos, es la simple transmisión mecánica de
los conocimientos, en donde el alumno tiene que repetir textualmente de
memoria, lo que aprende en clase. Entre mayor sea el número de los autores que
cita, se piensa erróneamente que es mayor la profundidad de sus conocimientos,
aunque no comparta los postulados de aquellos.
Quienes
tenemos la fortuna de combinar el ejercicio de la profesión con la docencia
universitaria, hemos podido observar que la mayoría de los profesores de
derecho carecen de formación adecuada para enseñar, que en algunos se da
por sus dotes naturales, por su capacidad intuitiva para responder a los
cuestionamientos de los alumnos, en otros por su autoritarismo o por el método
empírico de ensayo-error, cuando pueden ser más eficaz en su tarea si aprenden
a planear y dirigir sus enseñanzas con los métodos y técnicas apropiadas.
Si un profesor está consciente de los
procesos mentales que se activan en la enseñanza, éste podría participar mejor
como facilitador de aprendizajes significativos y permanentes por consecuencia, estaríamos preparando personas capaces para estructurar
juicios dentro de la lógica jurídica partiendo del análisis, síntesis,
inducción, deducción, etc., que no se pueden desarrollar con la enseñanza tradicional.
Aunado a lo anterior, los cambios
constantes de las normas jurídicas, hacen que la teoría y la practica en lugar
de ir aparejadas en su aplicación se conviertan en líneas distantes que
transitan en forma opuesta, cuando debería ser, en forma recíproca, es decir la
práctica a partir de la teoría y la teoría materializada en la práctica.
Al participar en este taller espero encontrar métodos novedosos que despierten el interés de las nuevas generaciones para conocer al derecho como un eje fundamental en la vida diaria.
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